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La rana roja y azul, el pájaro amarillo y verde

Por Leonardo Alvarez

Sep 30 2020

Artículos

La rana roja y azul se acercó a la orilla del lago y vio reflejado en el agua un pájaro amarillo y verde. Despavorida salió corriendo en busca de ayuda; creyó que estaba contrayendo alguna enfermedad extraña, no podía comprender qué le ocurría. Estaba absolutamente segura de que una rana no podía ver en su reflejo un pájaro. Esto no podía ser. A la vez, sentía algo familiar… Un recuerdo, un alivio nunca sentido, una satisfacción de haber visto esa imagen del pájaro. Algo muy profundo en ella que siempre había anhelado y que le daba aliento frente al inmenso vacío y la insatisfacción que sentía ante su existencia.

Ya exhausta, se sentó en un tronco, apoyó su cabeza en una rama y comenzó a recordar su niñez. De pequeña, sus padres y el pueblo en donde vivía siempre le habían dicho y repetido que ella era una rana roja y azul, y que eso era lo que debería ser toda su vida. Ella sentía tanto miedo, dolor e indefensión al escucharlo que, aunque no estaba totalmente de acuerdo con lo que le decían, había aceptado que así fuera, pues pensaba: “Estas personas me quieren, no pueden estar equivocadas; si las contradigo se enojarán conmigo, debo ser yo la que está equivocada”. La imagen en el lago le había traído un recuerdo tan antiguo, pero a la vez, actual, y una sensación tanto más real y satisfactoria de lo que ella creía ser: una rana.

Comenzó a sentirse muy confundida. Recordó que nunca se había sentido bien creyendo ser una rana, simplemente se había acostumbrado a vivir así, y creía que no existía otra alternativa; pero ahora ya era adulta y tenía una determinación diferente con respecto a lo que sentía y a lo que quería. Hacía rato que estaba disconforme con su vida, no sabía por qué, y ahora sucedía esto, esta sensación tan real, tan verdadera, que nunca había sentido, o que hacía muchísimo que no sentía.

De repente notó que un grupo de ranas de su pueblo se acercaba. Comenzó a sentir temor, un sudor frío recorrió sus sienes. Cuando estuvieron cerca les dijo: “Estoy enferma, creo que soy un pájaro”. Algo dentro de ella le provocó una puntada en el corazón, como si estuviera traicionando su verdadera naturaleza. Las del pueblo, a su vez, se alarmaron, como si algo dentro de ellas —sus miedos más profundos— fueran tocados, y reaccionaron negando rotundamente que ella podía ser un pájaro. Dijeron que esa era la locura más grande que habían escuchado, que todas eran ranas, sin ninguna duda.

Una de ellas aseguró que cualquier otra alternativa sería una locura, y que por el bien del pueblo tendría que ser curada o erradicada, sin miramientos y de la forma que fuera. Todas se miraban con miedo y con ansias inmediatas de cambiar de tema, de no hablar más de ello.

Algunas de las ranas estaban nerviosas y otras, agresivas. Estas últimas querían aporrear a la pobre rana acusándola de escandalosa, de hereje, y de que estaba poseída por un demonio. Nuestra rana, confundida y con temor, pidió miles de disculpas y se fue como pudo, sola, hacia el bosque. Muy triste, sentía que la vida ya no tenía sentido para ella. En su cabeza, en su cuerpo, en su corazón, retumbaba la pregunta: “¿Quién soy?”, y no hallaba respuestas. No se sentía ya una rana por más que hiciese un esfuerzo, y no podía llegar a concebir que ella fuera un pájaro, aunque ahora tenía un atisbo de serlo que antes no había tenido.

Llegado un tramo del camino, sintió que debía tomar una decisión: tendría que enfrentarse a lo que fuese para encontrar su verdadera naturaleza. Esta decisión la llenó de vigor y de amor por sí misma. Entonces comenzó a buscar animales que, como ella, se sintieran confundidos con respecto a su vida y a lo que creían ser. Comenzó a preguntar a aquellos que se cruzaban por su camino, pero la mayoría, como los de su pueblo, la miraban mal, agresivamente, y le decían que estaba loca. Rápidamente aprendió a tener más cuidado, y se convenció de que algo diferente que a la mayoría le estaba pasando, aunque no sabía qué era.

Comenzó a notar que entre la muchedumbre de animales había muy, pero muy pocos a los cuales les brillaban más los ojos y, en general, estos muy pocos se buscaban y se encontraban dentro de la muchedumbre. Se dio cuenta de que estos la observaban. Al mirar a uno de ellos, este le esbozó una agradable sonrisa. Algo dentro de ella sintió que había encontrado parte de lo que estaba buscando y fue, con miedo y con ansias, al encuentro de quien la miraba.

—Hola —le dijo la rana—, hay algo dentro de mí que siento en ti.

El pavo real le dijo:

—Es lo que realmente somos, pero debes trabajar mucho para ser eso que eres. Fuiste engañada por mucho tiempo. Estos que ves alrededor todavía se siguen engañando a sí mismos y a los demás. No se dan cuenta, o no quieren hacerlo. Tienen miedo de dejar de ser lo que creen que son, piensan que se van a morir y no comprenden que al vivir así están muertos. Tu hora llegó, te has dado cuenta, por eso viniste a mí, pequeño pájaro amarillo y verde.

EL RETORNO

Nuestro pájaro estuvo años trabajando con sus nuevos amigos para poder reconocer su verdadera naturaleza y, llegado un momento, se sintió preparado para comenzar a ayudar a otros que, como él en su pasado, estaban extraviados sin saber lo que les sucedía; a otros animales que querían despertar a su verdadera naturaleza, pero no tenían guía. Viajó ofreciendo su conocimiento discretamente, pues ya sabía las consecuencias de exponerse demasiado en los lugares inadecuados, pero para su regocijo, noto que los tiempos habían cambiado, encontró una gran cantidad de animales que querían despertar, y el entorno estaba más permeable a este tipo de cambio.

Quizás, una palabra suya para algún animal que sintiera el anhelo de despertar rompería la barrera y lo liberaría. Era una gran responsabilidad, una gran tarea, que realizaba desde el corazón, pues nuestro pájaro podía ver el terrible sufrimiento que causaba vivir creyendo que se era algo que no se era (por propia experiencia, y por verlo en los demás), reprimiendo, temiendo, escapándose del verdadero Ser.

Se trataba del sufrimiento del alma, de la verdadera naturaleza, oprimida por un cuento absurdo, sostenido por generaciones, avalado por consenso, transmitido como las voces del demonio para matar la verdadera vida. Era terrible ver esto, y era indispensable hacer todo lo posible para contrarrestarlo, pues, por otro lado, en algunos aspectos el estado del mundo era cada vez más destructivo.

Sus hermanos —todos los animales— estaban sufriendo por ello. Algunos tenían tanto miedo que no querían saber nada con cambiar. Pero otros sí tenían el anhelo, solo necesitaban algo o a alguien que les abriera un poco más los ojos para que ellos pudieran desplegar sus alas. Tenía la tarea de liberar a cada uno, como a una cadena, para que fuesen liberados finalmente todos.

EL VERDADERO HOGAR

Luego de un extenso período, en el viaje de conocerse a sí mismo, nuestro pájaro comenzó a sentir una apertura: una sensación de Amor y espaciosidad sin límites que lo sobrepasaba, y que no podía comprender. Por lo que fue a ver a su maestro: el pavo real. Y al encontrarse con él le dijo:

—Maestro, después de que me di cuenta, y de que me enseñaste, que no era esa rana roja y azul que de niño me inculcaron que debía ser, y comprender que realmente era un pájaro amarillo y verde, ahora pasado el tiempo, también me doy cuenta de que soy más que este nombre y este cuerpo que finalmente descubrí. Que estos son parte de una totalidad más vasta.

—Maestro, me puedes decir: ¿Qué somos?

Y el maestro, luego de unos segundos de silencio, respondió:

—Un Misterio momento a momento.


* Extracto del libro «¿Quién soy? Una guía para descubrir tu Ser verdadero» de Leonardo Alvarez*.
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